Me manda, muy generosamente, el gran cantaor y estudioso Gregorio Valderrama un documento que
merece ser analizado. En él se encuentra una evidencia de que el zángano
folclórico se interpretaba en la provincia de Córdoba en el SXIX.
En el estudio sobre el zángano flamenco incluido en nuestro
reciente trabajo bibliográfico Flamencum
Revolutum no aportamos, al no encontrarla, ninguna evidencia de que el zángano
folclórico o tradicional se bailase en el SXIX, a pesar de que las numerosas
opiniones, testimonios procedentes de la tradición oral y la lógica apuntan a
que sí. He aquí una evidencia de su interpretación,
y además en la provincia de Córdoba.
El documento en cuestión pertenece al periódico de ciencias,
literatura y bellas artes La Alhambra
fechado el 01/08/1842. Se trata de
un artículo titulado Recuerdos de la
Provincia de Córdoba, en el que su autor, Nicolas Peñalver y López (jurista
y académico de la Real Academia de la Historia), propone una descripción costumbrista
de la ruta Montoro-Bujalance-Porcuna. En dicha descripción, cuando narra los
períodos de descanso de las cuadrillas de los caseríos, señala: “En el hogar arde un tronco inmenso, el baile comienza y se oyen alternar las
vivísimas manchegas, la jota aragonesa, rondeña, zángano y otros infinitos aires alegres, precipitados, y se
escuchan sus coplas, unas veces amorosas, epigramáticas otras, y se ven sus
continuos y variados giros, sin que falten en estos saraos sus trozos
dramáticos, que por lo regular son obras originales de los mismos actores, y
sus argumentos, invectivas contra un viejo zeloso, una mujer fea, el chasco de
algún payo y aún á veces ridicularizar á alguna persona harto conocida en el pueblo
por su prodigalidad, su avaricia ú otro vicio que esté muy de bulto, pero
siempre se notan en los picarescos diálogos los chistes, las sales que, como
las flores, brotan por do quiera en el ameno suelo de Andalucía. A la voz de ‘alabado
sea Dios’! que entona el casero, jefe de la cuadrilla, callan los instrumentos,
cesa el baile y todos se aprestan a tornar á sus lagares, donde duermen hasta
la alborada que vuelven al trabajo, sin que haya un solo día de tegua en esta
alternativa de trabajos y recreos”. Por lo tanto, tenemos a un señor con un
alto nivel cultural que en el año 1842 experimentó, y así lo plasmó por escrito,
una vivencia en la que unos trabajadores campesinos cordobeses, en sus momentos
de asueto tras la jornada laboral, interpretaban varios bailes y cantes, siendo
uno de ellos el zángano, detalle, evidentemente, que los mismos campesinos le
trasladarían. Llamado zángano, y esto es una cuestión importante, por ser
bailado a tres, y no por tener una melodía concreta e identificable. Zánganos
se han bailado, y se bailan, en muchos otros lugares de la geografía española,
pero con una gran diversidad melódica, como demostramos en nuestro estudio,
indicado más arriba, sobre el zángano flamenco. En Puente Genil, la tradición oral nos dice
que se bailaba desde el SXVIII; bien, ya tenemos una prueba con fundamento de
que también, no muy lejos de aquí, un siglo después.
Álvaro de la Fuente Espejo
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