LAS SAETAS DE MANOLO COSANO


En esta cuaresma tan atípica marcada por el dichoso coronavirus, que nos está obligando a todos los que amamos y vivimos intensamente La Mananta a experimentar una situación, absolutamente, desconocida de la que, estoy seguro, aprehenderemos, como el resto de los mortales, nuevas y útiles perspectivas para afrontar nuestras vidas, mi querido hermano pelícano Manuel Giménez me envía unos audios que me han puesto el vello de punta.

 Unos audios que me retrotraen a mi más atrevida adolescencia en la que, en El Nido de El Viejo Pelícano, un puñado de jovenzuelos disfrutamos, con nuestros venerables y, eternamente, recordados hermanos mayores, de miles de vivencias que nos han forjado en los mananteros, mejores o peores, que hoy somos. Cierto que los audios son de hace diez años, mas de un contenido aplicable a casi tres décadas atrás.

Sin duda, unas de esas vivencias se fundamentan en las saetas de nuestros hermanos mayores, saetas sui géneris que solo se interpretaban, y aún se siguen interpretando por algunos de mis hermanitos, en el Primer Grupo del Santo Sepulcro, cofradía esta última a cuyo Cofrade Mayor, Junta Directiva y resto de hermanos les mando, en unos momentos en los que deberíamos de estar celebrando el almuerzo de hermandad posterior a nuestra Función, un fraternal abrazo.

Aquí, una muestra de dos de esas saetas: una cuartelera y una por carcelera, ambas interpretadas por la inconfundible voz del Ruiseñor del Pelícano, el inolvidable Manolo Cosano Logroño, que, junto a los demás viejos pelicanos que nos recibieron a primeros de los noventa, estarán, en estos momentos, en la mesa celestial del Padre celebrando este día tan especial para nuestro grupo y cofradía.   

Como, en general, es aceptado en La Mananta, en El Viejo Pelícano se interpreta la cuartelera con un estilo propio, un estilo que, creemos de manera hipotética, sería, en sus fundamentos musicales básicos, el que se estilaba en nuestra Semana Santa a comienzos del siglo pasado. Un estilo que no se vio influenciado por la reinterpretación de la cuartelera que protagonizaron los Hermanos Hierro en la década de los veinte. La saeta cuartelera que en un momento vamos a escuchar, en cambio no pertenece al estilo del Pelícano. Se trata de la manera que Manolo Cosano tenía de entender la cuartelera que se estila en la actualidad, es decir, aquella que comenzó a gestarse a partir de la intervención de los mencionados Hermanos Hierro. Manolo, como me reconoció en una entrevista[1], aprendió a cantar cuarteleras después de la Guerra Civil, en los Domingos de Romanos escuchando sobre todo a los hermanos de Los Apóstoles en las subidas al Calvario.  Una saeta que ya la definimos en un artículo[2] como sigue: “la saeta cuartelera de Manolo tiene las características musicales básicas del estilo Apostolao (mismo desarrollo melódico, tercios largos, profusión de melismas, tonos agudos,  gran amplitud tonal y dejes flamencos), mas con una preclara impronta  marcada por el timbre de voz extraordinariamente agudo, muy laíno  y flamenquísimo de Manolo, por el impresionante vibrato que imprimía a los tercios y por una capacidad creativa que le llevaba constantemente a improvisar, en el mismo momento de la interpretación,  determinados giros melódicos  haciéndola muy difícil, por no decir imposible,  de imitar. A este respeto recuerdo cómo Manolo me comentaba con frecuencia que saeteros de la calidad de Rufino Rivas o Miguel Martín le expresaban siempre su incapacidad para cantar su saeta por ‘no ser nunca la misma’ ”. Escuchémosla, es realmente maravillosa:



                                         
Y no se queda atrás esta preciosidad de saeta por carcelera escrita por nuestro recordado Francisco Muñoz Cruces, que Manolo Cosano, sobre esta misma hora, interpretaba todos los años en la comida de hermandad del Sepulcro, y que, no me cabe la menor duda, estará brindando ahora mismito en la mesa celestial, compartiéndola con el resto de hermanos fallecidos. Un saeta pelícana que define con sutileza y enorme pasión el sentido de nuestra cofradía:

                                                                                “Ave que muere sangrada,
                                                                                 Por sus hijos con amor,
                                                                                 Figura excelsa que encarna
                                                                                 La Imagen del Redentor;
                                                                                Sangre que Cristo derrama
                                                                                Redimiendo al pecador”.

                    

En fin, recuerdos de momentos y sonidos que en estos tristes días de ilusiones mananteras, temporalmente, aparcadas, nos revitalizan y recuerdan la inmensa suerte que tenemos en Puente Genil de conservar y cultivar, de la manera que lo hacemos, una tradición antropológica de siglos, que nos define como pueblo y repercute sustancialmente en nuestro modus vivendi.  
                                                                                    
SALUDOS FLAMENCOS


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